jueves, 24 de diciembre de 2009

miércoles, 9 de diciembre de 2009

Romance de los Muertos en el Campo



¡Ay los muertos de la guerra,- sin mármoles y sin cruces!
¡Ay los muertos de la guerra,- con su epitafio de vientos y de nubes!

El sol de este nuevo otoño,- ¡cómo en España reluce!
Almohadas son los ribazos,- los valles son ataúdes.
Ni carrozas de caballos,- ni lentas músicas fúnebres
tuvieron, ni compañía - de emperadores y duques.
Las yerbecitas del campo,- figiéndose manos dulces
de novias y enamoradas,- los amortajan y cubren.

¡Qué paradoja estos muertos,- que entre tréboles verdes
apenas un palmo suben!
No sobrepasan las flores - ¡y sobrepasan las cumbres!

Los lechos donde se duermen,- cunas son, que no ataúdes.
Hoyos parecen abiertos - para las cepas de octubre.

¡Paradoja de una muerte - que tanta vida produce!
Movimiento de gusanos - sobre las frías quietudes.
Espuma de margaritas,- abierta, una boca escupe.
Macetas de jaramagos - son unos ojos sin luces.

¡Paradoja de la guerra:- miseria donde nacen
futuras excelsitudes!
Paradoja de la guerra:- la misma infinita y dulce
paradoja redentora - que nuestras miserias cubre.
La muerte que engendra vida,- la niebla que esconde luces.
¡El monte de aquel Viernes,- y sobre el monte tres cruces!

Campos de España, infinitos:- caminos de aquel octubre...
¡Qué olor de Historia naciente - entre tanta podredumbre!

Y aquellos héroes caídos,- ¡qué humildes entre las yerbas!
y entre las flores, ¡qué dulces!
¡Cómo la anchura del campo - y el cielo los disminuye!
¡Y cómo iguala la muerte - los rojos y los azules!
¡Qué amor de sol los acerca! - ¡Qué paz de tierra los une!

Nadie es nada. Todos son -sílabas que se resumen
en un romance sin nombre - y en un olvido sin cruces.

¡Cómo se achica aquel bravo- y aquel capitán se pudre!
Y la miliciana aquella,-de entrabiertos ojos dulces,
con su fusil y su "mono",- muerta, en la yerba de bruces...,
¡qué montoncillo tan leve - de campanillas azules!

Pero Dios sabe sus nombres - y los separa en las nubes.

José María PEMÁN

jueves, 3 de diciembre de 2009

José Manuel Vidal, ¿chulo o gilipollas?



Este cura secularizado, que ya sabemos que no hay hereje sin mujer, va repartiendo lecciones de compostura al Obispo de Alcalá. Recapitulemos. Un hombre que ha hecho voto de castidad y lo ha incumplido por incontinente, lo que la Iglesia siempre definió como un Judas Iscariote, demuestra ahora su incontinencia por la viperina lengua. Y es que el Vidal dice lo siguiente, entre otras sandeces:

"Porque una misa, sí. Y en Paracuellos, también. Y hablando de mártires, por supuesto. Pero no una misa con la bandera franquista presidiendo. Que es inconstitucional, señor obispo. Y, aunque sólo fuese por eso, debería haberla mandado retirar. Y tenga cuidado, monseñor, con sus <>."

Bandera franquista: Dícese del símbolo de la España católica reconquistada para la Iglesia y Dios en el año de 1939.

Inconstitucional: Dícese de todo aquello que molesta a un rojo, esté recogido en la Constitución o deje de estarlo. Es como el Concilio Vaticano II donde si la ambigüedad no aplica lo suficiente se la aplica por el "espíritu del Concilio" y el artículo 33.

Amistades peligrosas: Hombre honesto, católico, español, ortodoxo, leal, fiel, heterosexual, blanco, padre ejemplar, abuelo encomiable, inteligente, con hacienda lograda con el sudor de la frente y no con el sudor del de enfrente, un tío con toda la barba y con los pantalones bien puestos, vamos. Caben muchos en este modelo, pero en particular uno: D. Blas Piñar López (del que inserto una foto en homenaje y respeto desde la distancia política y la comunión de ideales).

Pero es que estos securalizados no dejan de dar la lata, y es que en su deslealtad para con Dios no pueden conocer más que la amargura del rejalgar, anticipo de lo que les espera, si no se arrepienten, con la roedura del gusano de la conciencia. Vidal eres un amargado y destilas hiel. ¡Triste, que eres un triste!

Lo dicho, Vidal, eres gilipollas y toda tu inquina y ponzoña no valen más que para alentar más a la fidelidad, habida cuenta de lo mal que acaban los desleales a la Santa Causa de Nuestro Señor. No hay mal que por bien no venga.