martes, 12 de octubre de 2010

sábado, 9 de octubre de 2010

La neolegión, ese grupo de muñonas


Que a la Legión española le vayan a quitar el chapiri es lo de menos. La Legión española, Tercio de Extranjeros en su fundación, desapareció allá por el año 1976. Desapareció al perder de iure el fuero legionario, consevado intacto en la hermanastra Legion Etrángére francesa; desapareció al perder de iure la Escala de Mandos legionaria y su correspondiente institución de Academia; desapareció al perder de facto todo sentido el Credo legionario, todo sentido porque se desmantela el recuerdo a sus héroes, caídos y fundadores, sin los cuales --los fundadores-- ni héroes ni caídos serían posible. En fin, que lo mejor que le podría pasar a La Legión española sería que le quitaran toda muestra externa que guarde alguna relación con lo que un día fue su esencia. Que lo quiten, pero no lo harán, el traidor sabe que mientras quede una reminiscencia exterior de coincidiencia histórica puede seguir con su plan de destrucción intestina. Es como dejar el tricornio a los "picoletos" de hoy. Cuando nos paren a la gente de ley y de orden siempre les mostraremos respeto por el uniforme que llevan, porque inspira y despierta en nosotros el arrullo maternal de lo conocido y seguro. ¿Qué pasaría si la Guardia Civil vistiera como la Guardia Popular, que en definitiva es lo que es hoy en día? Pues que sería un choteo y en el Valle algún sopapo ya se hubieran llevado. ¿No se han preguntado nunca por qué los "antisistema del sistema" son sólo de extrema izquierda? Los "fachas" estamos bien atados con el exterior traicionero de los "picoletos" ¿Y qué pasaría si La Legión no llevara su forma externa tal como un dia conocimos su esencia? Pues que, aparte de que no iría ni el tato a sus desfiles de muñonas, los vítores y aplausos que se llevan, que no son para ellos, son para sus ancestros caídos con honor y gloria, recibirían algún corte tipo: "Iros a la mierda con vuestra garrulería de misiones de paz, gilipollas".

La visita de la Chacona a Viator es todo un ejemplo de lo dicho. Antes eran los "lejías" los que iban a buscar a la Chata, o a la Madelón, al burdel, ahora es la del burdel la que viene a visitarlos a ellos...¡y con mando! La Neolegión española debe cuanto antes desprenderse de toda seña de identidad con la esencia a la que traiciona, porque parafraseando a José Antonio:

"Que no quitaran el chapiri a La (neo)Legión, cuando quitar el chapiri a La (neo)Legión sería el más noble destino de todo chapiri".

¡Viva España!...y que se mueran los traidores.

viernes, 1 de octubre de 2010

Nido de traidores.


Una nación puede sobrevivir a sus locos y hasta a sus ambiciosos, pero no puedesobrevivir a la traición intestina. Un enemigo que se presente frente a sus murallas es menos peligroso porque se da a conocer y lleva sus estandartes en alto, pero el traidor se mueve libremente dentro de las murallas, propaga rumores por las calles, escucha en los mismos recintos oficiales; porque un traidor no parece un traidor y habla con un acento familiar a sus víctimas, teniendo un rostro parecido y visitiendo sus mismas ropas, apelando a los bajos instintos que hay ocultos en el corazón de los hombres y que sólo Dios conoce, pero que sólo el Diablo estimula. Roe el alma de una nación y trabaja secretamente amparado en las sombras de la noche para minar los pilares de una ciudad, infecta el cuerpo político de modo que ya no pueda resistir. Menos temible es un asesino. El traidor es como el agente portador de una plaga. Pues bien, a él se le abrieron las puertas de España. Con el cómplice silencio de los que en lugar de mandar un pelotón de fusilamiento, ni siquiera ordenaron un piquete de peones camineros.

El pueblo español está infestado de traidores, es un nido de traidores, de canalla y de gentuza de baja estofa. Chusma idiotizada, mixtificada, afeminada e idólatra. Que lo cambien todo, que tioren abajo todo, esta nación no es digna de llamarse España, sino escoria.

jueves, 19 de agosto de 2010

En la muerte de Carlos Hugo de Borbón Parma



Una profunda pena nos invade. Ha muerto Carlos Hugo. No es la pena por el cariño hacia quien deja este valle de lágrimas, es la pena de la caridad, la de ver que el instrumento de la Providencia fue duro de cerviz e impetinente hasta sus últimos días, no sólo privando de guía a su pueblo, sino traicionándolo. Que Dios le perdone.

Otras incógnitas se abren ahora. Pero bueno es repasar sobre tradiciones y legitimidades. La legitimidad histórica de la dinastía Borbón desaparece con la abdicación de Carlos IV y de Fernando VII al Trono de España. Si bien se dice que el Carlismo no es sólo dinástico, no es menos cierto que en las épocas en que la Monarquía, como persona e institución, ha estado exiliada de España, los seguidores de la Causa Legítima no sólo no hicieron valer sus derechos en el suelo patrio, sino que pactaban con la "otra rama" la manera de volver.

Pero si todo esto no basta. Cuando nuestro católico rey Fernando de Aragón se enteró, por una carta del Arzobispo Carrillo, de la coronación de su mujer, se indignó porque la espada de justicia, virtud social, había sido llevada delante de la reina. No era costumbre en Aragón ni en Castilla llevar la espada delante de las reinas. En Aragón, además, estaba en vigencia la ley sálica (ya se ve que no es tan antitradicional y borbónica esta ley como pretenden algunos) que excluía del trono a las mujeres. Fernando pensó, evidentemente, a pesar de los términos de su convención matrimonial con Isabel, que él era el verdadero rey de Castilla después de la muerte de Enrique y se enteró con desagradable sorpresa de que la gentil dama con quien se había casado intentaba tomar las riendas del gobierno. Las murmuraciones, discusiones e intrigas de los nobles tornaron la situación más difícil, y cuando Fernando llegó a Segovia, la corte estaba dividida en dos bandos que disputaban duramente sobre los méritos del marido y la mujer.

La reconciliación, no obstante, fue posible gracias a los esfuerzos de Pedro González de Mendoza, Cardenal de España, que representó a la reina, y el arzobispo Carrillo, que lo hizo por el rey Fernando. Pero fue Isabel misma quien, con su tacto y dignidad, colocó a su marido en una posición tan decorosa, que no tuvo más remedio que aceptarla. Como dice su secretario Pulgar, ella le habló en estos términos que no sólo sirven de reconciliación, sino de Norma Tradicional a seguir:

"Señor, no fuera necesario mover esta materia: porque do hay la conformidad que por la gracia de Dios entre vos e mí es, ninguna diferencia puede haber. Lo cual, como quier que de Castilla, e se ha de facer en ella lo que mandáredes; y en estos reinos, placiendo a la voluntad de Dios, después de nuestros días, a vuestros hijos e míos han de quedar. Pero pues plogo a estos caballeros que esta plática se oviese, bien es que la duda que en esto había se aclarase, según el derecho destos nuestros reinos dispone. Esto, señor, digo, porque, como vedes, a Dios no ha placido fasta aquí darnos otro heredero sino a la princesa doña Isabel nuestra fija; e podría acaecer que después de nuestros días viniese alguno que por ser varón descendiente de la casa real de Castilla, alegase pertenecerle estos reinos, aunque fuese por línea transversal, e no a vuestra fija la princesa, por ser mujer, en caso que es heredera dellos por derecha línea: de lo que vedes bien, señor, cuán gran inconveniente se seguiría a nuestros descendientes. E acerca de la gobernación destos reinos, debemos considerar que, placiendo a la voluntad de Dios, la princesa nuestra fija ha de casar con príncipe extranjero, el cual apropiaría para sí la gobernación destos reinos, e querría apoderar fortalezas e patrimonios reales otras gentes de su nación que no son castellanas, do se podría seguir que el reino viniese en poder de generación extraña; lo que sería en gran cargo de nuestras conciencias, y en deservicio de Dios, e perdición grande de nuestros sucesores e de nuestros súbditos e naturales, y es bien que esta declaración se haya fecho por excusar los inconvenientes que podrían acaecer."

Y sigue Pulgar: "Oídas las razones de la reina, porque conoció el rey ser verdaderas, plógole mucho, e dende en adelante él y ella mandaron que no se fabalse más en esta materia".

Ni más hay que hablar. Que esta condenada la estirpe extranjera para el gobierno de la Nación, no por espíritu jacobino, sino por los mismos autores de la reconstrucción y reconquista de España, nuetros señores y católicos reyes Isabel y Fernando. Sean bienvenidos esos principios antiliberales, pero no ha lugar para más pleitos dinásticos de gente extranjera. España debe recomponer su nobleza, desde la raíz de su pueblo, y buscar entre las ramas floridas de los méritos una nueva Casa de España.

martes, 10 de agosto de 2010

Servir es un honor



Servicio. Noble palabra que evoca humildad, obediencia y disciplina. Si el que ejerce el poder, en virtud de su legítima autoridad, lo hiciera teniendo siempre en mientes el espíritu de servicio otro gallo cantaría. Es más, el dichoso gallo podría cantar sin esperar ninguna traición. En cambio, cuando la soberbia desplaza al servicio se hace hueco la triple negación. "Yo no conozco a ese hombre". El poder no está para imponer ideas propias. No está para imponer una nueva fe, un nuevo evangelio, una nueva liturgia. Cuando eso se hace, vuelve el hombre a comer del árbol prohibido. Meditemos en el poder que ejercen nuestras legítimas autoridades de la Iglesia, por mucho que ellas sean no pueden llevarnos a comer la manzana. "Tradidi quod et accepit". He ahí el servicio.

«Dijese entonces Dios: 'Hagamos al hombre a nuestra imagen y a nuestra semejanza, para que domine sobre los peces del mar, sobre las aves del cielo, sobre los ganados y sobre todas las bestias de la tierra y sobre cuantos animales se mueven sobre ella. Y Creó Dios al hombre a imagen suya, a imagen de Dios lo creó, y los creó macho y hembra; y los bendijo Dios, diciéndoles: 'Procread y multiplicaos, y henchid la tierra; sometedla y dominad sobre los peces del mar, sobre las aves del cielo y sobre los ganados, y sobre todo cuanto vive y se mueve sobre la tierra» (Gn 1,26-28).

Y comenta Guardini el pasaje: La semejanza natural del hombre con Dios consiste en este don del poder, en la capacidad de usarlo y en el dominio que brota de aquí. El destino esencial y la plenitud de valores de la existencia humana están expresados aquí: ésta es la respuesta que la Sagrada Escritura nos da a la pregunta acerca del origen del carácter ontológico del poder, de que antes hablábamos. El hombre no puede ser hombre y, además, ejercer o dejar de ejercer el poder; le es esencial el hacer uso de él. El Creador de su existencia le ha destinado a ello. Y nosotros, los hombres de hoy, hacemos bien en recordar que en el hombre que representa la evolución de la Edad Moderna —y también en el despliegue en ella realizado del poder humano—, es decir, en el burgués, actúa una inclinación peligrosa: la inclinación a ejercer el poder de una manera cada vez más profunda y más perfecta, tanto científica como técnicamente, pero sin querer reconocer esto con sinceridad, o bien disimulándolo bajo el pretexto del provecho, del bienestar, del progreso, etc. De este modo el burgués ha ejercido el dominio sin desarrollar un ethos propio de él. Por ello ha aparecido un uso del poder que no está ya determinado esencialmente por la ética, y que encuentra su expresión más pura en la «sociedad anónima».

Hasta ahí el teólogo. ¿Y qué más anónimo que una autoridad eclesiástica diluida? La queja del desorden del que está obligado a poner orden. El general quejándose a la tropa de que la oficialidad no le obedece. Y el pueblo en desbandada sigue haciendo suyo aquello de: "¿Y Franco que dice de eso?".

Finalicemos siguiendo el hilo conductor de Guardini: El hombre debe conseguir el dominio en su más amplio sentido, pero permaneciendo sumiso a Dios y ejerciéndolo como un servicio. El hombre debe convertirse en señor, pero sin dejar de ser imagen de Dios y sin aspirar a convertirse en el modelo mismo.

Lo que sigue —que constituye el fundamento de toda interpretación de la existencia— nos muestra cómo es precisamente de aquí de donde arranca la tentación:

«Pero la serpiente... dijo a la mujer: '¿Conque os ha mandado Dios que no comáis de los árboles todos del paraíso?' Y respondió la mujer a la serpiente: 'Del fruto de los árboles del paraíso comemos, pero del fruto del que está en medio del paraíso nos ha dicho Dios: 'No comáis de él, ni lo toquéis siquiera, no vayáis a morir'. Y dijo la serpiente a la mujer: 'No, no moriréis; es que sabe Dios que el día que de él comáis se os abrirán los ojos y seréis como Dios, conocedores del bien y del mal'. Vio, pues, la mujer que el árbol era bueno para comerse, hermoso a la vista y deseable para alcanzar por él sabiduría, y cogió de su fruto y comió, y dio también de él a su marido, que también con ella comió. Abriéronse los ojos de ambos, y viendo que estaban desnudos cosieron unas hojas de higuera y se hicieron unos cinturones» (Gn 3,1-7).

La serpiente —símbolo de Satán— le hace al hombre confundir los hechos fundamentales de su existencia: la diferencia esencial entre el Creador y la criatura; la relación entre el Modelo y la imagen; la realización humana que se da en la verdad y la que se da en la usurpación; el dominio en el servicio, y el que se realiza por voluntad propia. Con ello el puro concepto de Dios es desplazado al terreno de lo mítico. Cuando se dice que Dios sabe que los hombres, mediante la acción prohibida, pueden hacerse semejantes a El, se afirma que Dios tiene miedo y siente su divinidad amenazada por el hombre; se afirma que está, con respecto a éste, en la misma relación que las divinidades míticas. Estas proceden de las mismas raíces que el hombre, de la profundidad originaria de la naturaleza; no son, pues, en último término superiores a él. Sólo son soberanos de hecho, pero no por esencia. Por ello, al hombre le es posible destronarlas y convertirse a sí mismo en soberano. Lo único que necesita es encontrar el camino, y, según las palabras de la tentación, éste consiste en el conocimiento del bien y del mal. También, pues, este conocimiento es entendido de manera mítica: como la iniciación, reservada al soberano del mundo, en el misterio del universo, iniciación que da un poder mágico y garantiza el dominio. Tan pronto como los hombres lo alcancen tendrán la misma categoría que el soberano del mundo y podrán destronarlo. Mas las palabras de Dios no mencionan nada de esto, y la tentación consiste precisamente en colocar la auténtica relación con Dios bajo esta ambigua luz mítica, falseándola de este modo. [2] El salir airoso de la prueba ha de consistir en que los hombres honren a Dios, según la verdad de Este, y obedezcan a la vez a su propia verdad.

En lugar de obrar así, los hombres caen en el engaño y aspiran a ser soberanos por derecho propio. Posee, por ello, una fuerza realmente reveladora el hecho de que se nos narre cómo la desobediencia no produce el conocimiento que convierte a los hombres en dioses, sino que les trae la mortal experiencia de estar «desnudos». Debemos advertir a este propósito que la desnudez de que aquí se habla es esencialmente diferente de la mencionada poco antes, cuando se decía que «los hombres estaban desnudos, pero no se avergonzaban».

Ahora ha quedado roto el vínculo fundamental de la existencia. Con todo, tanto antes como después, el hombre posee el poder y la posibilidad de dominar. Pero el orden dentro del cual tenía su sentido el poder, porque era servicio y estaba garantizado por la responsabilidad ante el auténtico Señor, ha sido trastornado.

viernes, 6 de agosto de 2010

A tiempo y a destiempo

Porque si las familias, sobre todo las numerosas, carecen de domicilio conveniente; si el varón no puede procurarse trabajo y alimentos; si los artículos de primera necesidad no pueden comprarse sino a precios exagerados; si las madres, con gran detrimento de la vida doméstica, se ven obligadas a ganar el sustento con su propio trabajo; si a éstas les faltan, en los ordinarios y aun extraordinarios trabajos de la maternidad, los alimentos y medicinas convenientes, el médico experto, etc., todos entendemos cuánto se deprimen los ánimos de los cónyuges, cuán difícil se les hace la convivencia doméstica y el cumplimiento de los mandamientos de Dios, y también a qué grave riesgo se exponen la tranquilidad pública y la salud y la vida de la misma sociedad civil, si llegan estos hombres a tal grado de desesperación, que, no teniendo nada que perder, creen que podrán recobrarlo todo con una violenta perturbación social.

Consiguientemente, los gobernantes no pueden descuidar estas materiales necesidades de los matrimonios y de las familias sin dañar gravemente a la sociedad y al bien común; deben, pues, tanto cuando legislan como cuando se trata de la imposición de los tributos, tener especial empeño en remediar la penuria de las familias necesitadas; considerando esto como uno de los principales deberes de su autoridad.

Con ánimo dolorido contemplamos cómo, no raras veces, trastrocando el recto orden, fácilmente se prodigan socorros oportunos y abundantes a la madre y a la prole ilegítima (a quienes también es necesario socorrer, aun por la sola razón de evitar mayores males), mientras se niegan o no se conceden sino escasamente, y como a la fuerza, a la madre y a los hijos de legítimo matrimonio.

Pío XI, Casti Connubii, 1930 A.D.

domingo, 11 de julio de 2010

Frutos apóstatas


Es claro. La crisis de la civilización actual es una crisis de Fe. Sí, ya sé, alguien dijo que eran de santos, pero esos eran otros tiempos. Otros tiempos, porque el santo requiere, para serlo, vivir la virtudes en forma heroica, y siendo la primera de las virtudes teologales --superiores a las morales--, si bien no la más excelsa, la Fe, faltando ésta mal se puede llegar a la santidad. "¿Crees en el Hijo del Hombre? Señor, dime quien es para que crea". La fe subjetiva, virtud infusa, necesita de la Fe objetiva, verdad revelada. Y la verdad revelada es que Jesús es Dios, y contra esa verdad se alzan presuntuosos los apóstatas del diálogo interreligioso y el ecumenismo. apóstatas que gobiernan (en lo humano), mal que nos pese, la Iglesia oficial. Hermeneutas que matan el entendimiento, haciendo creer que lo blanco es negro y lo negro es blanco en contra de la razón. Porque tengamos una cosa clara, la fe supera a la razón, mas no la aniquila ni la tiraniza, sino que suavemente la subornida, y estos hermeneutas son tiranos que horrorizan y repugnan. El clericalismo (el malo), encuentra una legión de infelices que pretenden ser lo que en realidad no son, pues, llamándose a sí mismos católicos no son más que ignorantes.

Así, el liberalismo evolucionado a modernismo encuentra dos facciones. Una la de los progresistas, la otra la de los conservadores. Los unos, apostatan abiertamente a costa del escándalo público manteniendo intacta la coherencia del entendimiento, los otros apostatan sin saberlo a costa de la incoherencia intelectual. El grado de tan supina ignorancia nos lo ha vuelto a facilitar la página de internet "Infocatólica". Este post, que rezuma ignorancia supina es muestra palpable de lo antedicho. Se olvida el "propagandista" que hay un caso histórico sobre la descomposición de España que no sólo reprueba la Iglesia, sino la recta razón. Porque, entendámoslo, la Patria constituye la componente social del hombre, esa componente que el individualismo liberal ignora, sobre la cual, al ser de orden natural, la Fe lo engrandece y lo lleva al grado de Cristiandad. Ese caso no es otro que el de D. Opas. Y la reconstrucción anímica y corporal del organismo patrio recuperado por la voluntad de los Reyes Católicos, gozará siempre de lo más altos privilegios eclesiásticos que nación alguna haya alcanzado.


Pero vayamos un poco más allá. En el caso del aborto ¿por qué deberíamos situarnos abiertamente en contra si unos poderes, legales pero ilegítimos, y unos eclesiásticos dicen una cosa y otros otra y las dos opiniones se mantienen en el seno de la Iglesia? Es más. Al fin, ¿no van a abortar las rojas y las hijas de los rojos? Pues, nada, un rojo menos. Aberración mayor que esta es la de considerar que Cataluña no es España. Aberración es negar que el catellano fue la lengua oficial de todas las Cortes de los antiguos reinos, de las de Valladolid y las de Barcelona, porque si el Emperador Carlos hubo de ser requerido a hablar en lengua castellana, no le fue hecho el mismo requerimiento para la lengua catalana, y no porque el catalán no fuera importante, sino porque en las Cortes ya se hablaba en un común denominador, en castellano, después convertido en español. Nadie ama lo que no conoce. La manipulación de la Fe y de la Historia sólo tinee un fin: el odio a lo que se debe conocer.

Oremos por estos hermanos liberal conservadores para que Dios les ilumine el entendimiento.