Aprovechando la Pascua de Resurrección de Nuestro Señor, quiero exponeros unas reflexiones. La Resurrección de Cristo es un hecho histórico, y como tal nosotros lo tomamos como un axioma, es decir, algo que no necesita demostración porque es evidente. Cuando ese axioma es evidente para Dios y conocido por los hombres a través de la Revelación el axioma divino se convierte en el dogma humano, evidente por la fe que es un conocimiento imperfecto, desde la razón, pero más elevado por sobreponerse al alcance de la naturaleza humana.
Pero vayamos al hecho histórico. Como parece que para hablar de Historia es necesario ser una autoridad en la misma, ¿estamos capacitados los católicos de a pie para hablar del hecho histórico o simplemente debemos asumir el dogma? Esta dicotomía que se presenta en las "pastorales" es fruto de ese constante negacionismo, este sí, del dogma y lo dogmático, es decir, de la fe impuesta. Impuesta no por la violencia hacia el sujeto, sino por el juicio al sujeto con respecto a la Fe que es lo que no existe en nuestros días, el ejercicio de la autoridad por quien tiene la potestad. Así, no podemos hablar ni de Historia, excepto la que conviene al mundo y a lo mundano, ni de dogma. ¿Qué vamos, pues, a proclamar?
Tanto podemos, y debemos, en aras de la verdad proclamar el hecho histórico de la Resurrección de Cristo como adherirnos a las declaraciones históricas de Mons. Williamson. ¿Por qué no? Porque si para el hecho histórico es necesaria la fe, entonces es que es un hecho oculto e imposible de demostrar desde el método de la ciencia histórica. A lo mejor es que Mons. Levada, con su altiva propuesta hacia Mons. Williamson, da más importancia a la "fe" de las cámaras de gas y los hornos crematorios que a la Resurrección de Cristo, porque los judíos niegan la última y se les considera "hermanos mayores en la fe".
Seguimos con más hipocresía, o imbecilidad no lo tengo muy claro. Algunos Obispos en España han pedido que dé el 10% del sueldo a Cáritas para paliar los efectos de la crisis. No vendría mal recordar a Sus Eminencias, que apoyan sin rubor el sistema que produce los efectos que pretenden paliar, que en estos caso hay que aplicar aquella sentencia: "No es caridad lo que necesitan, sino justicia." Justicia en las relaciones económicas, justicia en la sociedad y justicia para una vida digna. Justicia que es responsabilidad del Estado (que tiene como misión específica la de procurar el bien material y temporal de los súbditos), y Justicia que debe proclamarse desde el púlpito para establecer la Soberanía social de Jesucristo, para que la caridad arda en unas conciencias rectificadas por la Fe y sea posible su ejecución material, desde el Estado y por los poderes establecidos para ello. Pero en lugar de trabajar en la prédica, penitencia y oración, del Reino de Dios, sin tara ni dilución (buscar el Reino de Dios y su Justicia), estos "nuevos" príncipes de la democracia liberal y de la solidaridad prefieren seguir trillando en la era de Satanás. Allá ellos, pero conmigo que no cuenten.
Cristo reina de derecho en lo espiritual y en lo temporal, pero de hecho en lo espiritual, por lo que deja a los hombres el ejercicio del poder que sólo a Él le pertenece, y en ese poder interviene de hecho Jesucristo por su enseñanza. Pero los Obispos en España no enseñan a Cristo para que los Estados se conformen orgánicamente, sino que prefieren los Derechos Humanos que reniegan de Dios. Entre dos males se debe escoger el menor. Por supuesto, y no hay mayor mal que el silencio de los que tienen la misión de enseñar el espíritu (no la de mangonear lo temporal).
Más vale el martirio que el sacrifio y renuncia de las verdades necesarias a la salvación, sin las cuales es imposible que Cristo reine de hecho en la sociedad.
jueves, 16 de abril de 2009
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