lunes, 25 de agosto de 2008

Index para internautas

El peor enemigo de la Iglesia católica, y por tanto, de Dios y su Cristo, es el liberal que se dice católico. Sí, grabarlo bien como un certero silogismo. Peor que las matanzas de Nerón; peor que los Arrio, Nestorio, Donato, Lutero y Mahoma; peor que los comunistas rojos asesinos de la Cristiada mejicana y la Cruzada española; mucho peor son los liberales que se dicen católicos. Por eso, nada mejor que el Index sobre estos sectarios. Algunos pasarán como perfectamente ortodoxos, pero la prueba del nueve del liberal que se dice católico, hoy por hoy, es la renuncia implícita y explícita al Reinado social de Nuestro Señor Jesucristo.

Vayan como preámbulo estas dos direcciones:

http://www.religionenlibertad.com/

El moderador es un protestante que, según él, se ha convertido al catolicismo. Nada más lejos. Es un protestante, al igual que Lutero débil de espíritu (se pueden ver sus entradas lloronas y sentimentalistas en el Foro Santo Tomás Moro), depresivo y sin arte ni oficio conocidos salvo el vivir a cuenta de ser católico, que como ha comprobado es mucho más rentable que ser protestante. Por otro lado, mezcla las opiniones de un Obispo católico con las entradas de un hereje protestante, todo muy ecuménico.

La otra dirección es:

http://blogs.periodistadigital.com/laciguena.php

Autor, otrora tradicionalista, eso sí por lo bajini; y fautor de graves errores, entre ellos el de la falta de caridad continuada aliñada con un sentimentalismo hipertrofiado que no extraña sea el blog más leído por los Obispos.

No seáis incautos, debajo de su afabilidad, el liberal esconde garras de sangre.

viernes, 22 de agosto de 2008

Los nuevos bárbaros...


...los doctores de la ley. Tras el "bandidaje de la secta liberal del CVII", la fuente de la verdad ya no es la autoridad, sino el perito, el que se dice teólogo; como si, trasladado al plano mundano, el profesor de geometría en lugar de explicar la resolución del problema en base a los axiomas geométricos tratara sobre la demostración de éstos, un contrasentido que dejaría al axioma vaciado de su condición y al problema sin resolución.

Bien, pues, hoy en día en la Santa Madre Iglesia la voz de la autoridad es puesta en entredicho, cuando no anulada o tarada como infantil y poco madura. Y hoy me toca con el archifamoso tema de la Liturgía de las Horas. Se queda uno perplejo cuando se dice que la dejadez de la Oración de la Iglesia por parte de los laicos sea como consecuencia del clericalismo y monacalismo en que estuvo "secuestrada" la Iglesia durante toda la Edad Media (se "olvidan" por completo del Oficio Parvo de Nuestra Señora). Esta tesis se cae por sí misma. Primero, porque la Iglesia, como Madre, no exige a sus hijos por encima de sus capacidades. ¿Cómo exigir la lectura del Breviario a una población analfabeta?¿Cómo exigir al seglar, que no ha renunciado al mundo, el mismo nivel de entrega de aquel que ha muerto al mundo? Beneficioso, sin duda; exigible, imprudente, cuanto menos. Y así todos estos fariseos, teologuchos de tres al cuarto, se atreven a denunciar a Pío XII y la Encíclica Mediator Dei en lugar de someterse a la misma con filial obediencia debida que, ellos sí, juraron a Dios con voto.

miércoles, 13 de agosto de 2008

In memoriam


John Han Dingxiang, Obispo Católico
30 años preso en China por causa de la Fe, muerto en presidio el 09-09-2007
Atleta de Cristo

martes, 12 de agosto de 2008

Conocer y amar

Nadie ama lo que no conoce, y a Dios lo conocemos por la fe, y siendo de entre todas las virtudes teologales la más importante la caridad, sin la fe sólo podemos inscribir en los frontispicios de nuestras almas: "Al Dios desconocido".

Y, como recuerda el Catecismo Romano:

II. ¿Por qué medio se alcanza, el don maravilloso de la fe.

2. Mas como la fe proviene del oír, es manifiesto cuán necesaria ha sido siempre para conseguir la eterna salud, la solicitud y ministerio fiel del maestro legítimo. Porque escrito está: ―¿Cómo oirán, si no se les predica? ¿Ni cómo predicarán, si no son enviados?”. Por eso el clementísimo y benignísimo Dios nunca, desde el principio del mundo, desamparó a los suyos, antes bien, muchas veces y de varios modos habló a los Padres por los Profetas, y según la condición de los tiempos les mostró el camino seguro y recto para la eterna felicidad.

Asimismo, hay que recordar que:

IV. ¿Cómo deben recibirse las palabras de los Pastores de la Iglesia?

4. Y para que nadie reciba de los ministros de la Iglesia la palabra revelada por Dios, como si fuese palabra de hombres, sino como palabra de Cristo, supuesto que lo es en verdad, estableció nuestro mismo Salvador que se diese tanta autoridad a su magisterio, que dijo: ―El que os oye, me oye, y el que os desprecia, me desprecia. Y esto sin duda quiso se entendiese, no sólo de aquellos con quienes hablaba entonces, sino también de todos los que después por sucesión legítima habían de ejercer el ministerio de la enseñanza, a todos los cuales prometió que estaría siempre con ellos hasta el fin del mundo.

Y cómo que Dios no puede ni engañarse ni engañarnos y permanece siempre en estado imperturbable su palabra, se colige fácilmente que el Magisterio Pontificio no puede entrar en contradicción. Por poner un ejemplo: al despreciar las Encíclicas de los Papas que se enfrenatron al mundo liberal, no se desprecia un tiempo y personas, se desprecia la Palabra de Dios, se atenta contra la fe.

El Beato Pío IX, en su Encíclica Quanta Cura, nos exhorta así:

"Pues sabéis muy bien, Venerables Hermanos, se hallan no pocos que aplicando a la sociedad civil el impío y absurdo principio que llaman del naturalismo, se atreven a enseñar «que el mejor orden de la sociedad pública, y el progreso civil exigen absolutamente, que la sociedad humana se constituya y gobierne sin relación alguna a la Religión, como si ella no existiesen o al menos sin hacer alguna diferencia entre la Religión verdadera y las falsas.» Y contra la doctrina de las sagradas letras, de la Iglesia y de los Santos Padres, no dudan afirmar: «que es la mejor la condición de aquella sociedad en que no se le reconoce al Imperante o Soberano derecho ni obligación de reprimir con penas a los infractores de la Religión católica, sino en cuanto lo pida la paz pública.» Con cuya idea totalmente falsa del gobierno social, no temen fomentar aquella errónea opinión sumamente funesta a la Iglesia católica y a la salud de las almas llamada delirio por Nuestro Predecesor Gregorio XVI de gloriosa memoria (en la misma Encíclica Mirari), a saber: «que la libertad de conciencia y cultos es un derecho propio de todo hombre, derecho que debe ser proclamado y asegurado por la ley en toda sociedad bien constituida; y que los ciudadanos tienen derecho a la libertad omnímoda de manifestar y declarar públicamente y sin rebozo sus conceptos, sean cuales fueren, ya de palabra o por impresos, o de otro modo, sin trabas ningunas por parte de la autoridad eclesiástica o civil.» Pero cuando esto afirman temerariamente, no piensan ni consideran que predican la libertad de la perdición (San Agustín, Epístola 105 al. 166), y que «si se deja a la humana persuasión entera libertad de disputar, nunca faltará quien se oponga a la verdad, y ponga su confianza en la locuacidad de la humana sabiduría, debiendo por el contrario conocer por la misma doctrina de Nuestro Señor Jesucristo, cuan obligada está a evitar esta dañosísima vanidad la fe y la sabiduría cristiana» (San León, Epístola 164 al. 133, parte 2, edición Vall). "

Por lo tanto, no hagamos de menos en estas santas palabras que algunos quieren dejar petrificadas en el jucio histórico y la política mundana; no. Claramente el Beato Pío IX habla de la salvación de las almas, y aunque de palabra nieguen todos los retractores actuales el naturalismo, el racionalismo y el indiferentismo, con sus hechos probados se hacen portavoces de los errores que en vocablo particular reprueban.

lunes, 11 de agosto de 2008

Recuperando el tiempo perdido.


Sí, es la tiara. Por fin se enmienda el error de las primeras armas del Pontífice reinante Benedicto XVI.

viernes, 8 de agosto de 2008

¡ JUSTICIA AL OBRERO !

Meditando sobre la divina paciencia del Sagrado Corazón de Jesús, me han venido a la mente aquellas palabras de introducción del P. José Julio Martínez, S.I.:

Cierto día en París, calmada ya la revolución de 1848, una muchedumbre invade la iglesia de San Lorenzo, cubiertas las cabezas, el grito de protesta en los labios, la amenaza en los ojos...

De pronto, un personaje aparece en la puerta: se abre paso; llega hasta el púlpito; sube en dos saltos; pasea por la turba una mirada centelleante; hace gestos de querer hablar.

- ¡Silencio, silencio! -gritan unos.
- ¡Que hable! -claman otros.
Y todos callan y todos se apiñan para oírle.
Han conocido al tribuno y esperan sus palabras.

Raimundo Brucker tenía entonces cuarenta y ocho años. Obrero, periodista, poeta y orador de mitin, había escrito algunos libros, y después los había arrojado a las llamas.

Raimundo Brucker mira de nuevo a los amotinados, con aquel fuego del alma que le salía por los ojos.

Espera unos momentos: los ve a todos en expectativa; y cuando se persuade de que reina silencio en todo el recinto, lanza este clamor:

- ¡No se hace justicia al Obrero!

Resuena un aplauso, que el orador contiene con ademán imperioso, mientras continúa exaltándose por momentos:

- ¡No se hace justicia al Obrero; no se respeta al Obrero! Pasan ante él, y no le saludan; pasan ante él y ni siquiera le miran; pasan ante él, ¡le injurian cara a cara! Esto me subleva, señores; esto me hace vibrar de indignación... Lo he dicho y lo sostengo: ¡no se hace justicia al Obrero!

La que vibra de entusiasmo es aquella muchedumbre: el orador los ha fascinado; en algunos ojos brillan lágrimas; le vitorean, le aplauden, y al mismo tiempo se mandan callar para no perderle una sílaba:

- No se hace justicia al Obrero; y con sólo mirar la iglesia en que os hablo, todo atestigua a la vez la inteligencia y el poder del Obrero. ¿Quién, sino el Obrero, ha levantado esta bóveda que nos cobija, y ha tallado sobre la piedra esos animales y plantas que parecen vivir? ¿Quién, sino el Obrero, ha construido ese órgano gigante, cuyas armonías impresionan y recrean? ¿Quién, sino el Obrero, ha ideado todas estas maravillas, y las ha ejecutado, y las ha puesto al servicio del hombre? Y sin embargo... ¡no se hace justicia al Obrero!

Otra salva de aplausos le obliga a callar unos minutos. Su voz parece adquirir nuevos bríos, y grita:

- ¡No aplaudáis, compañeros! Sabed que sólo hay un Obrero digno de este nombre glorioso; un Obrero que ha hecho todas las cosas y ha hecho a todos los demás obreros; y...¡no se hace justicia al Obrero: el Obrero es Dios!

El silencio de un respeto religioso desciende sobre todos. Brucker lo aprovecha para seguir con acento conmovido:
El Obrero es Dios. Él, sabio y todopoderoso, ha levantado esta bóveda azul del cielo con millones de astros por lámparas..., ha dado la vida a plantas y animales..., ha hecho al hombre, dándole inteligencia para conocerle a Él, corazón para amarle a Él y a los hombres por Él...Y todo lo hizo de la nada, y todo lo hizo por puro amor, sin tener ninguna necesidad de nosotros, deseando darnos su felicidad... Y sin embargo, ¡no se hace justicia al Obrero! Hace un momento habéis entrado en su casa, con la cabeza cubierta; habéis pasado ante aquel altar, donde está Él, y no le habéis saludado; habéis proferido amenazas -¡yo las he oído!- contra los servidores de este Obrero que son vuestros amigos... Esto me subleva, compañeros. Esto me hace vibrar de indignación: ¡no se hace justicia al Obrero!

Todos callan en la iglesia. Todos evitan mirar al vecino que tienen al lado. Brucker añade:

- He terminado, señores. Me llamo Raimundo Brucker, vivo en Suger, 4. Si puedo serviros en algo, estoy a vuestra disposición.

Baja del púlpito; todos le abren calle y, en silencio, sale del templo. Tras él toda la gente desfila poco a poco...

viernes, 1 de agosto de 2008

Yo también escuché a San Josemaría


Para reflexionar en este tiempo de verano os dejo estas líneas. Hasta Septiembre, si Dios quiere.

Muchos siguen sin entender que la vocación «ésta es la voluntad de Dios, que seáis santos» (1Tes 4,3) dejó de animar el Cuerpo Místico y lo sumió en una parálisis generalizada. En esta esclerosis preconciliar coinciden tanto los testimonios de Monseñor Lefebvre como los del Cardenal Ottaviani y todos aquellos que pensaban serían capaces de contener con las riendas de la Tradición el desboque preconciliar. Fueron sorprendidos y derrotados por los agentes de la Revolución. Está claro que el Concilio Vaticano II no podía condenar el comunismo. El comunismo ya estaba condenado, la renovación de la condena hubiera supuesto la declaración dogmática y no pastoral del Concilio, hoy vemos que Dios escribe recto con renglones torcidos. Esa deficiencia es en realidad un alivio. La esclerosis de la Iglesia tenía tres focos: el jansenismo, el puritanismo y el americanismo; todo ello unido a un fuerte clericalismo y a un abuso de autoridad sin precedentes que vemos se reproduce, por desgracia, en los institutos de Ecclesia Dei. Esa no es la Tradición.

Las órdenes terceras, con la crisis de las órdenes religiosas, eran un estancamiento más de esas aguas podridas en las que se envenenaba la fe. ¡Y todo esto en el primer tercio del siglo XX! Que quede claro para tanto "tradicionalista" de bonete. El Opus Dei supuso en la vida de la Iglesia el corte de las ataduras, mostró el designio grandioso del Creador del universo para cumplirse plenamente en Cristo, en la Iglesia, en los laicos cristianos en el matrimonio y el trabajo «Creó Dios al hombre a imagen suya, y los creó varón y mujer; y los bendijo Dios, diciéndoles: «procread y multiplicáos y henchid la tierra [familia]; sometedla y dominad [trabajo] sobre los peces del mar, sobre las aves del cielo, y sobre los ganados y todo cuanto vive y se mueve sobre la tierra»» (Gén 1,27-28).

Y el "omnia instaurare in Christo" de S.S. San Pío X fue explicado, esta vez sin ambigüedades, en la Apostolicam Actuositatem del Concilio Vaticano II en el orden temporal para los laicos: «es obligación de toda la Iglesia trabajar para que los hombres se vuelvan capaces de instaurar rectamente el orden de los bienes temporales, ordenándolos hacia Dios por Jesucristo. Corresponde a los pastores manifestar claramente los principios sobre el fin de la creación y el uso del mundo, y prestar los auxilios morales y espirituales para instaurar en Cristo el orden de las cosas temporales. Pero es preciso que los laicos asuman como obligación suya propia la restauración del orden temporal, y que, conducidos por la luz del Evangelio y por la mente de la Iglesia, y movidos por la caridad cristiana, actúen directamente y en forma concreta» (Vat.II, AA 7de). Lo que Cristo Salvador hizo con el matrimonio, diferenciándolo de sus lamentables versiones mundanas, restaurándolo en su verdad primera, elevándolo por un sacramento, y haciendo de él una fuente continua de santificación para los esposos y padres, eso es lo que quiere hacer con todas las demás realidades temporales: el trabajo y la vida social, la escuela, la economía y la política, la filosofía y el arte. Cristo Rey.

Pero el CVII, lejos de ser la activación del Cuerpo Místico, fue la derrota del cuerpo y del alma. Destrucción de la liturgia; indiferencia ante clérigos y religiosos; secularización de todos los órdenes, complacendia mundana y espíritu mundano. Muchos dicen que San Josemaría fue precursor del CVII, y quizás es verdad, pero no en el sentido que se le da hoy, ecuménico y secular, sino de renovación santifical. Han hecho de él una trite caricatura de lo que fue. Todo para congraciarse, para no parecer raros, para vivir la vida oculta, en fin, para traicionar.

Los que escuchamos de viva voz a San Josemaría podemos decir que:

- Soy de los que oí a Escribá calificar de impiedad la Misa de Pablo VI y decir que si no fuera porque de él dependían muchos sacerdotes y cambiar de rito en masa sería un escándalo, se hubiera pasado al rito oriental en el que se mantenía el esplendor de la liturgia.

- Soy de los que vi “el don de lágrimas que Dios ha concedido a nuestro Padre. Cada vez que sube al altar llora y llora porque la Misa nueva le causa un mucho dolor. Llora tanto que se le irritaron los ojos y le llevamos al oftalmólogo…..”. (El permiso para celebrar la misa anterior lo obtuvo de monseñor Bugnini a través de del Portillo que lo pidió en una conversación informal, como quien no quiere la cosa, en un pasillo del Vaticano. Pedir de ese modo una dispensa lo ponían como ejemplo de la “santa pillería” de del Portillo, al que debíamos imitar si a nosotros nos tocaba tratar con eclesiásticos. De Bugnini siempre se habló muy mal entre los directores del opus antes y después de ese suceso).

- Soy de los que leía la carta Fortes in Fide (1973), comentario de San Josemaría al Conmonitorium de San Vicente de Lérins, una larga arenga para mantener la “pureza de doctrina”, ese texto ahora se esconde al igual que otros documentos y cartas, “porque la gente de nuestro tiempo no los entendería bien por el lenguaje fuerte de nuestro Padre”. En el Opus ciertos documentos desaparecen; así escriben y re-escriben la historia. Por ejemplo, en estos meses, digitalización mediante, están rehaciendo las películas “de nuestro Padre”. Me atrevo a decir que dentro de unos años nadie sabrá qué es lo que realmente pasó y lo que fue corregido ad casum (lo falso) en la historia de la institución, y tampoco sabrán en qué consiste “el espíritu” del Opus. Esa corrupción provocará su derrumbe.