Lo dijimos, y así, desgraciadamente ha sido. La llamada renovación de la consagración de España al Sagrado Corazón de Jesús ha sido una farsa, un acto impío por el que habrá que reparar. Porque no hay mayor impiedad que la mentira y el engaño. Moldear el querer de Dios al juicio de los hombres es llevar otra vez a Jesús al Sanedrín para acusarle.
Desde la fórmula de consagración, que omito porque está al acceso de todos, hasta la prohibición de llevar banderas españolas con el Sagrado Corazón como escudo por parte de los organizadores, no admite otro calificativo que cafrada monumental.
Y son los actos los que hay que juzgar, no las intenciones, éstas si buenas o malas sólo es competencia de Dios, por lo que no las menciono. Ante este bochornosos y escandaloso espectáculo no me queda que decir con María en Fátima:
"Que no ofendan más a Dios Nuestro Señor que ya está bastante ofendido".
lunes, 22 de junio de 2009
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