Que publico gustosamente y a la que me gustaría añadir una consideración constructiva, que me comprometo a ampliar. Es cierto que el celo amargo que se origina en dos fuentes especialmente peligrosas. La primera, la de las infalibilidades de las canonizaciones, de las que hablé en su día con el caso de San Josemaría Escrivá; la segunda la de enrocarse en el Magisterio previo al CVII y no hacer ni caso del posterior. Así, por ejemplo, la moralidad o inmoralidad de las investigaciones con embriones humanos y células embrionarias, a lo que no se había llegado en época de Pío XII, dejaría a la Iglesia en una debilidad insostenible.
De la acritud y la amargura
Recientemente alguien ha escrito lo que sigue: "Lo que siempre nos parecerá incomprensible, desde el punto de vista intelectual, son los posicionamientos agrios de A Casa de Sarto y La Honda de David, ya sabemos que en cada uno de nosotros hay un papa y un rey, pero hombre, no se nos desmadren"
Lo primero que tenemos para decir es que creemos en la sinceridad de lo que allí se expresa, por la forma cómo va dicho y porque el blog donde se profiere contiene como "enlaces recomendados" entre otros a Cruz y Fierro o al imbatible El Sacristán Serrano de los cuales lo menos que podría insinuarse es que sean en algo condescendientes con el celo amargo.
En efecto, puesto que al autor de esa afirmación le resulta incomprensible, procuraremos hacércelo comprensible: nuestra acritud (créame que circunstancial) se debe a que nosotros consideramos un peligro real para la FSSPX el celo amargo (créame que arraigado) en muchos de sus miembros, sean estos religiosos o laicos. Y como somos conscientes de ser una "voz que clama en el desierto", nuestra prédica, si pretendía ser atendida por aquéllos a quienes iba dirigida, debía necesariamente emplear ese tono. El celo amargo es hoy por hoy un "sida" de la Tradición: le quita las defensas primero y la termina matando después.
Le quita las defensas: ante el modernismo emplea argumentos que son fácilmente rebatibles tanto en cuanto el Concilio Vaticano II (cuando se le niega el carácter de concilio válidamente convocado), el novus ordo (cuando se dice que es inválido o ilícito), las ordenaciones episcopales según el rito aprobado por Pablo VI en 1968 (cuando se pone en duda su validez), las canonizaciones (cuando se pone en duda su infalibilidad), etc.
La termina matando: a diferencia de los llamados "sedevacantistas" que se han apartado de la comunión con Pedro, los exponentes del celo amargo constituyen un verdadero peligro por cuanto por razones que nos son estas sí incomprensibles prefieren quedarse dentro de la Iglesia (recordemos que no se puede hablar de "cisma" en la FSSPX sino de situación "irregular"), con lo cual le hacen un doble mal. La amargura deviene, en mi opinión, de una suerte de mesianismo ("es la Fraternidad la que va a salvar a la Iglesia"), desmentido por el mismísimo Mons. Williamson en ocasión del manido tema del "último cartucho" ; él deja claro que no es el rol de la FSSPX matar a la "bestia" modernista como se sugería en la parábola de autoría del Superior del Distrito de Francia de la FSSPX (coinciden estas aseveraciones con nuestra tesis del estado de necesidad de Mons. Lefebvre, el cual no pudo consistir entonces en la solución de la crisis de la Iglesia o los problemas doctrinales). Esa suerte de mesianismo es por naturaleza amargo cuando de enfrentar a los "opositores" se trata, a tal punto que no escatima epítetos: "traidores" "que se venden por treinta monedas" (o un "plato de lentejas", como prefieran), "cómplices de la Roma modernista", etc.
Nosotros por el contrario entendemos que es la misma Iglesia la que se va a salvar a sí misma, contando para ello con el auxilio del cielo, en particular de la Santísima Virgen María, según se desprende de este relato de Sor María de Agreda: "Me fue revelado que a través de la intercesión de la Madre de Dios todas las herejías desaparecerán. La victoria sobre las herejías ha sido reservada por Cristo para su Santísima Madre". Lo que no quita que ella se sirva para sus propósitos de instrumentos eficaces, entre los cuales no me cabe duda está (en primer lugar) la FSSPX. Repito, como instrumento del cual se sirve y pudiera dejar de servirse en un momento dado.
Resumiendo pues, nuestra acritud de un instante se dió porque para la amargura en este tema del "acuerdo" se decidía su supervivencia en los cuadros de la FSSPX y para nosotros también, en la medida de significar una neta división entre el trigo y la cizaña.
1 comentario:
Señor:
Es claro que no debe haber ningún "enroque".-Sólo aceptación plena del Magisterio Infalible pre y post concilio.
El ejemplo que Ud exhibe posterior al enorme magisterio de Pio XII es elemental.
La vida continúa...
Lástima grande que los disparates post-conciliares también lo hagan.
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